domingo, 15 de septiembre de 2024

Notas sobre la Cristiandad y el mundo pagano

 Reflexionando sobre la relación entre el Cristianismo y el mundo antiguo pagano, me di cuenta que fue posible edificar la Cristiandad porque había una forma mentis pagana previa que el Cristianismo no destruyó sino que reforzó y más aún, restauró de sus errores y degeneraciones producto de la idolatría y corrupción de las costumbres. Sin el Cristianismo, probablemente el mundo antiguo en todo lo noble y elevado que tenía, que era mucho, habría degenerado rápidamente en algo cuasi moderno, por las influencias filosóficas estoicas nefastas, humanismo de la Antigüedad. Es más, el Cristianismo preparó, purificó y limpió de sus errores a todo lo grande y hermoso del antiguo mundo pagano, porque la gracia perfecciona, no anula, la naturaleza.

Y el Cristianismo detuvo ese proceso de degeneración del mundo antiguo por un milenio y aprovechó la mejor forma mentis del mundo antiguo grecolatino y también germano, para edificar la Cristiandad, la Civitas Dei en la tierra. Esa forma mentis es la idea de un Sacro Imperio, un poder sacral, la sacralidad y el rito como constitutivos de la vida, como puentes hacia el mundo divino. 

El Cristianismo "semítico", primitivo, con su hostilidad al mundo antiguo y su cuasi anarquismo frente al Imperio Romano y el poder establecido, tuvo semillas perniciosas que solo en la desgracia de la Reforma protestante van a brotar. Y providencialmente vino Constantino y el Imperio Bizantino a recomponer la sinfonía entre el Imperio y el Sacerdocio, como una Nueva Roma. La idea imperial se estableció fuertemente en el Cristianismo, afortunadamente, como continuación y elevación del mundo pagano, platonismo puro. 

Pero el mundo pagano, ya en decadencia en esa época, tenía gérmenes humanistas y democratistas, en la filosofía estoica y epicúrea, lo que será utilizado por las corrientes que rompieron la Cristiandad a fines de la Edad Media y en el Renacimiento. Y allí la Reforma protestante y el humanismo renacentista aprovecharon esos elementos perniciosos para destruir todo rastro de la antigua concepción sacral, imperial y abrir las puertas del mundo moderno. Por eso, creo que toda restauración o intento restaurador de la Cristiandad fracasa en Occidente, porque se perdió para siempre ese germen precristiano que hizo posible la Cristiandad, una forma mentis sacral que ya no existe ni existirá más.

No obstante, y dejando de lado la cuestión del martirio de los primeros cristianos y la helenización del Cristianismo ya en épocas muy temprana, la actitud del cristianismo más primitivo con respecto a la cultura clásica, pagana y antigua, me parece muy reprochable y nefasta. Un desprecio absoluto, satanizando dicha cultura, una tendencia casi anarquista sobre el Estado romano y el Estado en general.

La crítica de Nietzsche sobre el cristianismo me parece que aplica únicamente a ese cristianismo anti-grecolatino, con sus tendencias igualitaristas y anti-tradicionales, que tanto les gusta a los progresistas cristianos. Pero afortunadamente, desde al menos la teoría de San Justino y otros del "logos spermatikon"(si no antes, con San Pablo mismo y los Apóstoles, sobre todo San Juan) comienza un hermosísimo proceso de valorización de la cultura pagana antigua, hasta fundirse el Cristianismo y la Antigüedad grecolatina, fundando el Imperium Christianum. Y ese Imperio Cristiano, el Sacro Imperio, es el Cristianismo que los progresistas desprecian como "Constantiniano". ¡Afortunadamente sucedió así! Porque si no, habría sido una terrible ola iconoclasta contra la cultura pagana grecolatina y la Tradición. 

La cultura antigua, fue fundamental en la Edad Media, contra lo que los humanistas del Renacimiento decían, quizás no se tenían los originales y habían traducciones o faltaban obras pero la Edad Media logra una síntesis cristiana con el mundo precristiano, pagano, que es hermosa.

Cuando se borra totalmente el legado precristiano del Cristianismo, queda una horrenda mezcla de igualitarismo, democratismo, progresismo historicista(tiempo lineal), muy característico de las ramas radicales del cristianismo reformado, sin Tradición ni misterio ni arcanos. Evidentemente que en caso de conflicto con la cultura antigua, como por ejemplo, el estoicismo, debe primar siempre el dogma y la Revelación cristianos, pero destruir la forma mentis precristiana sin más, el espacio cultural que era Roma y la idea imperial, habría sido nefasto.

Bizancio, sobre todo Justiniano, es la síntesis imperial, romano-cristiana, aunque no faltaron lamentables elementos de despotismo oriental en dicho Imperio, pero el ideal bizantino es hermoso y debe ser defendido. Carlomagno vino a ser una forma occidental-germánica de dicho mismo ideal del Imperio Cristiano, una de las más altas cumbres medievales. No siempre se recalca que Carlomagno leyó a San Agustín y se veía a sí mismo como el arquitecto de la Civitas Dei. Por desgracia, la confrontación política entre Bizancio y Carlomagno fue grande, pese a las similitudes y paralelos, el Imperio cristiano de Oriente y de Occidente; y marcó para mal la relación entre el Oriente y el Occidente cristianos.

San Luis de Francia fue grandísimo, por su parte, porque tuvo una teología política católica, es una forma de platonismo, organicismo, el orden político como un organismo, estamental, vivificado por la Fe. Sería impensable la Cristiandad sin teología política.

En la Cristiandad medieval, la idea de Imperio, el Sacro Imperio, las dos espadas, o en su caso, la sinfonía bizantina, operaba como categoría "metapolítica", como se dice hoy. Se hablaba literalmente de Corpus Mysticum Politicum, en España, hasta el siglo XVII incluso. El Sacro Emperador romano y cristiano como un puente que unía el mundo divino y espiritual con el mundo temporal. El Reinado de Cristo se ejerce sobre el mundo, sin confundirse con el mundo, y el Emperador es el que guía su pueblo hacia la eternidad. Era una política que miraba a la eternidad, no tanto al tiempo histórico, que era sacralizado y dirigido hacia la escatología del tiempo final.

La política moderna es meramente temporal, progreso histórico sin dimensión escatológica y por tanto, vacía e insustancial. Naturalmente que debe evitarse el riesgo opuesto, gnóstico, la inmanentización del Eschaton, el tiempo escatológico está fuera del tiempo histórico, pero el tiempo histórico participa de ese Eschaton, no "es" ese Eschaton. Ese matiz marca un abismo metafísico enorme.

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