Estudiando la teoría del justo precio, aristotélica-tomista, puedo decir que hay al menos dos grandes diferencias con la concepción liberal. No pocos estudiosos como Roover, Novak y los católicos liberales dicen "precio justo es precio de mercado". A eso, respondo, sí y no. Es cierto que la communis aestimatio, la estimación común de la que hablan Santo Tomás y los escolásticos y juristas posteriores, puede entenderse como precio de mercado, el precio de la plaza pública de intercambios. Correcto. Pero es un mercado muy lejos del liberalismo.
Primero, la concepción del mercado que se tenía en el Derecho y economía medievales, era cristiana, subordinando los intercambios a una regla moral omnipresente y operativa, no hay autonomía de la voluntad ni teoría del valor subjetivo al modo moderno. Era un mercado que no tenía autonomía conceptual al modo kantiano-positivista, sino que era parte de un cosmos teologal donde todo estaba dirigido a la salvación del alma y al bien común. Un mercado de hombres justos, prudentes y virtuosos, bajo un orden corporativo-orgánico. No hay nada como un mercado abstracto y genérico, propio del liberalismo económico, sino mercados concretos donde se reúnen literal y físicamente, mercaderes y compradores. No hay leyes impersonales y cuasi matemáticas de la economía en la concepción cristiana.
Todo se resuelve en actos morales, de ahí que no exista el economista como figura autónoma en la Edad media cristiana, sino que el teólogo como conocedor de las verdades últimas, tiene la última palabra y subordina la economía a la moral, al derecho y la política. Más aún. Admitiendo que el precio justo es el precio de mercado, con todos estos matices, el precio no es un valor subjetivo libremente acordado sino que el mercado como institución, "objetiviza" ese precio justo, no por oferta y demanda sino por actos humanos sujetos a la moral. Y muy importante. El precio de mercado en esta concepción, jamás puede ser usado para la explotación de la debilidad ajena, en especial, está prohibidísimo, el uso de la necesidad del prójimo para cobrar adicional, lo que un economista liberal entendería como "oferta y demanda".
Por otra parte, los teólogos decían que se debía restituir no solo el precio excesivamente alto o bajo, más de la mitad del justo precio, sino toda desviación del justo precio por derecho natural y fuero interno de la conciencia. No hay lugar para una concepción crematística. En la práctica admitían más laxitud con comerciantes profesionales que con personas débiles y de escasa experiencia en negocios, pero el principio se mantenía firme, la prohibición de la explotación de la necesidad ajena, algo que el capitalismo moderno hace todos los días.
Y por si fuera poco, contra los intentos de los católicos liberales de defender el libre mercado, no podemos hablar de teoría subjetiva del valor sin más en los escolásticos, a lo más objetiva-subjetiva, una síntesis mixta. Porque si bien los escolásticos avanzaron hacia una teoría consensualista del contrato, fundamento del capitalismo moderno(en eso fallaron), nunca negaron la primacía de las exigencias de la justicia conmutativa ante el acuerdo de voluntades, que cede ante la justicia y equidad.
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