domingo, 15 de septiembre de 2024

Notas sobre el bien común y sus sucedáneos en el liberalismo y el marxismo

 El equivalente del bien común en el liberalismo y el marxismo, es un bien general suma de intereses individuales o de clase y es meramente cuantitativo, el Progreso. En el tradicionalismo, es un bien cualitativo, perfectivo del hombre y trascendente. No es tener más, es ser mejor. La economía está subordinada a la ética y la política y ambas a la metafísica y teología, scientia rectrix, por lo que el bien común no es la mejora en el PIB o banalidades así, es un todo de orden perfectivo a nivel ontológico del hombre, lo material tiene su lugar subordinado.

No es medible, y por eso, en la "razón calculante" en palabras de Heidegger, no existe y salen después los economistas liberales a hablar tonteras del nivel de vida nuestro comparado con el antiguo o medieval para defender las "bondades del capitalismo". Es otro lenguaje. El bien común, si se quiere graficar con algo, se muestra en las catedrales, en sus santos, en la literatura, en el alma del pueblo, en la felicidad personal y comunitaria, en una sociedad sana y ordenada, en la justicia en los intercambios, en las familias fuertes, en la paz.

El bien común es mucho más que un mero conjunto de condiciones, supone condiciones, pero es un bien comunicable y finalidad metafísica de la comunidad política, participable y perfectivo del hombre en cuanto animal político. En último término, es Dios, a nivel espiritual. La doctrina del bien común antes que el aumento de riqueza, propone la perfección en la justicia en los intercambios, distributiva y general; se puede ser relativamente menos rico en lo material pero mucho más en lo espiritual y a eso apunta el bien común como filosofía política.

La traducción político-jurídica y socio-económica de esta doctrina es el orden corporativo-gremial, el corporativismo como doctrina del orden político y la organización social y económica, solidarismo, comunitarismo y organicismo van de la mano con el bien común. Al final, es la encarnación filosófica política de la doctrina del orden político como un organismo espiritual, de origen platónico, si es que no mítico y cristianizado en la Edad media. El todo compuesto de partes orgánicamente entrelazadas con un alma colectiva.

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