El integrismo clericalista es una deformación moderna del tradicionalismo auténtico, porque tomando aspectos buenos de la Tradición católica, los exagera al hacerlos ideología, es escolasticismo sin alma. Tradicionalismo auténtico es Tolkien o Góngora, lleno de alma y piedad. El "Partido Integrista" de España a fines del siglo XIX para peor todavía, era económicamente liberal(!!!), un escándalo grotesco de más fanático catolicismo inquisitorial por un lado y la más nauseabunda explotación capitalista que defendían. Eso es fariseísmo puro. De la admiración romántica ante el mundo, el misterio, el silencio, la naturaleza, lo medieval, el tradicionalismo debe aprender, hay mucho de valioso y rico allí y no todo es herético o "liberal". El romanticismo fue una herejía de la modernidad que se acercó sinceramente a la Tradición aunque con errores. El integrismo olvida el amar, no la tontera de dioses débiles del "amor es amor", sino el agape, el amor cristiano que Cristo tan bien mostró en el Evangelio de San Juan especialmente, olvida el misterio del amor y lo destruye bajo tiranía de conceptos rígidos sin vida ni alma.
Tolkien es tan genial, ayer que se recordó un año más de su nacimiento, porque no fue integrista, fue un poeta, un peregrino, un trovador del Reino sagrado, que contaba las epopeyas eternas de la Europa de la Tradición, lo eterno y perenne. Fui integrista hace unos años atrás y se de lo que hablo, es un camino a la amargura, al fariseísmo, a la soberbia más destructiva de la fe. Ese camino es estéril porque no ama, es una fe fría, conceptual, deformada, en último término, TÉCNICA. Hay un "tradicionalismo fundamental" por así llamarlo que no es el clerical o integrista, es católico, sí, pero no clericalista y como Tolkien, no rechaza todo el pasado antiguo y precristiano, es armonía de Logos y Mythos, el romanticismo tiene aspectos de ese tradicionalismo. El silencio de las catedrales y monasterios, el canto de las aves en el bosque, la soledad de las montañas y prados, el misterio en las ruinas sagradas, la poesía épica ancestral, todo eso es auténtico tradicionalismo, al final, un canto de armonía entre el hombre y Dios.
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