domingo, 15 de septiembre de 2024

La fuerza del amor cristiano como fundamento de todas las cosas

 En el cristianismo, un Niño, y una Virgen, aplastan a la serpiente infernal y vencen a todo el mundo bajo el entero poder del maligno. Y ese triunfo es el amor cristiano, palabra que a fuerza de repetirse se ha vulgarizado pero esconde un grandísimo significado metafísico. La fuerza del amor que Cristo representa, desde el pesebre hasta la Pasión y Resurrección, es espiritualmente creadora y unitiva, desde los esposos y los hijos, pasando por la comunidad, cuerpos intermedios, la polis,  hasta el orden cósmico universal regido por Dios. Es el misterio metafísico del amor lo que hace al mundo entrañable y valioso, lo unitivo, el misterio del mundo, lo sacro. Romeo y Julieta, el hijo pródigo y su padre, una madre y su hijo recién nacidos, hay algo misterioso y divino en el amor que debe ser custodiado. El amor verdadero es sagrado, un misterio divino y que hoy en Navidad recordamos de modo especial. El mal es la falta del bien, no es sustancia a nivel ontológico, contrario al dualismo gnóstico, y por eso no es creador. El amor divino, conyugal, familiar, comunitario, crea. 

El amor verdadero es sagrado, un misterio divino y que especialmente en la Navidad recordamos. El mal es la falta del bien, no es sustancia a nivel ontológico, contrario al dualismo gnóstico, y por eso no es creador. El amor divino, conyugal, familiar, comunitario, crea. Por eso el hombre moderno es un ser escindido de sí mismo, de la comunidad, de la historia, las raíces, la Tradición...y de Dios en último término. Sin amor es nada y está en la nada nihilista. Por eso hoy los matrimonios fracasan, porque no se sabe amar. El liberalismo con su individuo aislado, el marxismo con su odio de clases, el nacionalismo con su Estado nación divinizado, las tres grandes ideologías modernas, son una falta de amor al final y crearon este frío mundo "sin hogar", este inhóspito mundo oscuro y técnico. Solo recuperando ese amor misterioso, divino, sagrado, podemos contribuir a restaurar la metafísica cristiana que unía en un mundo armonioso, gótico, las distintas realidades que el hombre moderno prometeico a imitación de Lucifer, destruyó.

La comunidad orgánica vivificada por la fe, el Estado y la polis unidas por el amor patrio y los vínculos orgánicos, las raíces, la Tradición, el hombre en sus comunidades naturales, todo unificado por la fe y una metafísica cristiana, eso es una metafísica del amor cristiano. Más aún, el amor de Cristo como savia espiritual del orden social, no solo cohesiona y fortalece la comunidad, sino que demuestra como Dios usa a los pequeños para manifestarse, es en el misterio de la pequeñez como Dios opera, ya lo dice la parábola del grano de mostaza. Por eso Cristo llamó a los niños, Dios se manifiesta mediante el misterio de la niñez, son la inocencia y la ternura, vida, alegría, belleza, hacen del mundo algo amable y creativo.

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