Hace un tiempo tuve la oportunidad de recorrer pueblos y aldeas en la zona central de Chile, tras largo tiempo. Al fin pude volver a visitar ese Chile rural, profundo, auténtico, silencioso y escondido. Mal que le pese a los talasocráticos y atlantistas liberales, ese Chile telúrico, hispánico, católico, se resiste a morir. Pude respirar olor a puro Chile, rústico y sencillo. Y he reflexionado lo siguiente. La modernización neoliberal y capitalista si bien trajo evidente progreso y mejoró el bienestar en términos estadísticos(sin perjuicio del aumento de las desigualdades injustas, eso es otro tema), ha significado una catástrofe para la preservación de la salud espiritual y moral del pueblo chileno, para la preservación de su ethos e identidad cultural propia, autóctona y auténtica. Son los bienes que Ropke decía que estaban más allá de la oferta y la demanda. Se ha producido un "afeamiento" inmenso en la gran mayoría de pueblos y ciudades de Chile, con los mall y centros comerciales por doquier, una vulgarización de masas asquerosa y repugnante del paisaje urbano, se ha perdido la candidez y autenticidad del Chile rústico e hispánico campesino, "huaso". Era mucho más pobre antes, pero había un sentido de comunidad orgánica mucho mejor preservado que para los liberales no existe. Solo existe la crematística y las transacciones mercantiles, el sentido de utilidad material.
La preservación del ethos cultural, arquitectónico, espiritual, no tiene ningún valor de mercado y por ello, en una sociedad liberal que fomenta el "todo es comerciable", esos bienes mueren y perecen bajo la tiránica oferta y demanda mercantil. Me pregunto, ¿como un "conservador", más aún un tradicionalista, puede ser favorable al libre mercado cuando hay bienes muy superiores a la oferta y la demanda? ¿como tanta ceguera?. Pude percibir hoy ese Chile telúrico que está ausente de todo hoy en día, y me dio una gran pena, la talasocracia liberal se lo fagocitó en pedazos, el reinado de Mammon y la usura lo liquidaron.
Más aún. Desde la Independencia nefasta, una auténtica guerra civil no reconocida, en que abandonamos la Madre Patria España y nos lanzamos a la estupidez liberal ilustrada y el derecho moderno; nunca hemos tenido una época de plenitud y esplendor completo, siempre ha habido orfandad al negar nuestras raíces católicas e hispánicas. Siempre ha habido una extranjerización liberal, mirando a Francia, Inglaterra o EEUU, los países símbolo de la Modernidad liberal. Pero pese a la talasocracia liberal imperante, el Chile auténtico persistía. Hubo cierto repunte en el siglo XX, durante los gobiernos radicales, Ibañez del Campo, etc., de rescate de la Chilenidad tradicional. Pero eramos un país pobre y no había plenitud moral, espiritual, y social, había gran injusticia social a pesar de ciertos avances. Y la guinda de la torta fue Pinochet, en lugar de restaurar las raíces hispánicas y católicas, profundizó la modernización capitalista y si bien aumentó mucho la riqueza y el bienestar, fue a costa de gran injusticia social y usura. Eso fue un punto de no retorno. Nunca pudimos ser un país plenamente telúrico, desde la Independencia y más aún desde Pinochet. La negación de nuestras raíces se ha profundizado más, con la llegada de la izquierda postmoderna indefinida y el progresismo. Eso es el culmen del desarraigo.
Hay que fortalecer el sentido de arraigo, ese concepto que los liberales jamás han entendido ni entenderán, son esclavos del desarraigo, no entienden lo que es echar raíces profundas en una comunidad orgánica, unida por vínculos religiosos, morales, patrios, históricos. El hombre contemporáneo es esclavo del desarraigo y allí es donde impera la intoxicación ideológica.
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